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martes, 8 de mayo de 2012

Julia de Burgos poeta, dramaturga y educadora puertorriqueña



JULIA DE BURGOS (17 de febrero de 1914 - 6 de julio de 1953)


Poeta, dramaturga y educadora puertorriqueña. Nació en el Barrio Santa Cruz, en Carolina, Puerto Rico. Falleció en Nueva York, Estados Unidos. Su obra puede ser caracterizada por una capacidad enorme de proyectar la feminidad de su tiempo. Pero también por la problemática personal, tanto de su vida ajetreada y, a veces, hasta turbulenta, como de la intuición de su inminente su muerte.
Su familia era numerosa y pobre, pero sus padres se preocuparon por la educación de sus hijos. En el Barrio Santa Cruz, asistió Julia a la escuela primaria. Desde niña mostró una gran inteligencia. En ciudad Carolina lleva a cabo sus estudios secundarios. Terminada la secundaria, ingresó en la Universidad de Puerto Rico, recinto Río Piedras. Sin embargo, no terminó sus estudios superiores, aunque, antes de dejarlos, obtuvo el Certificado de Maestra.
Desde su inicio en el magisterio se dedicó a la creación poética. Uno de sus primeros poemas fue el famoso "Río Grande de Loíza". Por ese tiempo, se puso en contacto con algunos de los poetas puertorriqueños modernistas, como Luis Lloréns Torres y los vanguardistas Luis Pelés Matos y Evaristo Rivera Chebremont. En su poesía se refleja su problemática vital en todos sus aspectos: el feminismo, una vida ajetreada y el amor bajo sus múltiples vertientes, a veces con una sencillez atractiva, pero lo más común bajo la nota de un amor altamente sensual, erótico y desgarrador. Recuerda, servatis servandis, la poesía amorosa y torturada tanto de la uruguaya Delmira Agustini como de la argentina Alfonsina Storni, en particular por su fuerza expresiva.
En 1940, Julia Brugos viajó a Nueva York. En esta temporada fue muy activa, tanto en recitales de su propia poesía, como en discursos pronunciados en diversos centros culturales, casi siempre invitada por puertorriqueños radicados en esta metrópoli.
Abandona Estados Unidos para pasar a Cuba, uniéndose al doctor Jimenes Grullón, y en donde continuó con sus proyectos de conferencias y producción poética. Pudo identificarse fácilmente con el pueblo cubano, pero se le descubrió el incipiente cáncer mortífero, que le afectó su vitalidad y su producción poética.
Pronto tuvo que dejar Cuba, porque ocurrió la precipitada ruptura con su amante, el doctor Jimenes Grullón. Salió, pues, de Cuba para irse nuevamente a Nueva York. Conoció allí al músico Armando Marín. Se casaron y se trasladaron a Washington. En esta ciudad conoció brevemente al laureado poeta Juan Ramón Jiménez..
Volvió a Nueva York, pero su actividad literaria mermó mucho, debido a que, además del cáncer y de su inestabilidad psíquica, se vio adicta al alcohol y, a consecuencia, se le desarrolló una fuerte cirrosis hepática. Todo ello la llevó a una temprana muerte.
En vista de su reputación y prestigio literarios, en 1987 el Colegio Universitario de Humacao le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Letras, "Post Mortem".

A JULIA DE BURGOS
Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga
porque dicen que en verso doy al mundo mi yo.
Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de burgos.
La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz
porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más
profundo abismo se tiende entre las dos.
Tú eres fria muñeca de mentira social,
y yo, viril destello de la humana verdad.
Tú, miel de cortesana hipocresías; yo no;
que en todos mis poemas desnudo el corazón.
Tú eres como tu mundo, egoísta;
yo no; que en todo me lo juego a ser lo que soy yo.
Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,
yo soy la vida, la fuerza, la mujer.
Tú eres de tu marido, de tu amo; yo no;
yo de nadie, o de todos, porque a todos, a
todos en mi limpio sentir y en mi pensar me doy.
Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no;
a mí me riza el viento, a mí me pinta el sol.
Tú eres dama casera, resignada, sumisa,
atada a los prejuicios de los hombres; yo no;
que yo soy Rocinante corriendo desbocado
olfateando horizontes de justicia de Dios.
Tú en ti misma no mandas;
a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus
padres, tus parientes, el cura, el modista,
el teatro, el casino, el auto,
las alhajas, el banquete, el champán, el cielo
y el infierno, y el que dirán social.
En mí no, que en mí manda mi solo corazón,
mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.
Tú, flor de aristocracia; y yo, la flor del pueblo.
Tú en ti lo tienes todo y a todos se
lo debes, mientras que yo, mi nada a nadie se la debo.
Tú, clavada al estático dividendo ancestral,
y yo, un uno en la cifra del divisor
social somos el duelo a muerte que se acerca fatal.
Cuando las multitudes corran alborotadas
dejando atrás cenizas de injusticias
quemadas, y cuando con la tea de las siete virtudes,
tras los siete pecados, corran las multitudes,
contra ti, y contra todo lo injusto
y lo inhumano, yo iré en medio de
ellas con la tea en la mano.

ENTRETANTO, LA OLA
Las sombras se han echado a dormir sobre mi soledad.

Mis cielos,
víctimas de invasoras constelaciones ebrias,
se han desterrado al suelo como en bandadas muertas
de pájaros cansados.

Mis puertos inocentes se van segando al mar,
y ni un barco ni un río me carga la distancia.

Sola, desenfrenada en tierra de sombra y de silencio.
Sola,
partiéndome las manos con el deseo marchito de edificar
palomas con mis últimas alas.

Sola,
entre mis calles húmedas,
donde las ruinas corren como muertos turbados.

Soy agotada y turbia espiga de abandono.
Soy desolada y lloro...

¡Oh este sentirse el alma más eco que canción!
¡Oh el temblor espumado del sueño a media aurora
¡Oh inútilmente larga la soledad siguiendo mi ca-mino sin sol!

Entretanto, la ola,
amontonando ruidos sobre mi corazón.
Mi corazón no sabe de playa sin naufragios.
Mi corazón no tiene casi ya corazón.
Todo lo ha dado, todo...
Es gesto casi exacto a la entrega de Dios.

Entretanto, la ola...
Todo el musgo del tiempo corrompido en un éxtasis
de tormenta y de azote sobre mi ancho dolor.
Tronchadas margaritas soltando sus cadáveres
por la senda partida donde muero sin flor.
Pechos míos con lutos de emoción, aves naufragas
arrojadas del cielo, mutiladas, sin voz.

Todo el mundo en mi rostro,
y yo arrastrada y sola,
matándome yo misma la última ilusión.

Soy derrotada...
Alba tanto distante,
que hasta mi propia sombra con su sombra se ahuyenta.

Soy diluvio de duelos,
toda un atormentado desenfreno de lluvia,
un lento agonizar entre espadas perpetuas.
¡Oh intemperie de mi alma!
¡En qué ola sin nombre callaré tu poema!

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HH

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